Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Mateo 5:6
Un hombre hambriento se sacia cuando se le llena de comida, y un hombre sediento cuando se le da de beber. Cualquiera que tenga un fuerte deseo de ser santificado quedará satisfecho. No hay duda de ello. Si buscamos a Dios, lo encontraremos. Pero debe haber urgencia, hambre, sed de justicia. No podemos ser tímidos en nuestra búsqueda de la santidad. Esta búsqueda de pureza supone que es necesario que oremos al Padre, pues solo puede venir a nosotros si buscamos en oración su rostro. Él hambre y sed de justicia no es otra cosa que el anhelo que su vida se refleje en la nuestra, se reproduzca en nuestro corazón. No la podemos alcanzar por nuestras fuerzas sino mediante la búsqueda de su presencia en nuestras vidas.
El Evangelio de Cristo ha hecho provisiones para satisfacer a todos los que verdaderamente desean ser santos. Aquellos que se sienten pecadores perdidos y desean fervientemente ser santos, quedarán satisfechos.
Muchos hombres y mujeres, y por desgracia también muchos cristianos, tienen hambre y sed de satisfacciones sensuales o placeres mundanos. A menudo tienen hambre y sed y no están satisfechos. Los deseos de las cosas terrenales eventualmente se frustrarán y terminarán en cansancio y desilusión. Pero cuando tengamos hambre y sed de justicia, seremos satisfechos.
Oremos cada uno de nosotros para que desarrollemos esta hambre y sed de justicia, de modo que podamos estar satisfechos y mostrar a los demás la forma en que ellos también pueden ser satisfechos.