Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.
1ª Juan 3:6
¿Qué le sucede a nuestra naturaleza vieja cuando somos santificados? A muchos les preocupa saber si ésta puede ser una muerte de facto y aún más, les gustaría tener algún certificado de defunción y entierro. Es suficiente saber que está afuera y Cristo en nosotros. Puede ser que se manifieste otra vez, aún tocar la puerta de nuestra vida y rogar que le dejemos entrar, pero está para siempre afuera mientras que permanezcamos en él. Si no permanecemos en él y pecamos, entonces quizás encontraremos el cadáver en un cementerio horroroso y el aroma de muerte podría abrazar y vencernos una vez más.
Mejor es permanecer y no nos apresuremos en dejar a un lado una eterna vigilancia y constante permanencia en él. Nuestros pasos han sido señalados y se nos da el poder para caminar en ellos. Dios ha provisto para nosotros la santificación plena. Ya que él nos ha dado su propia santidad, ¿será extraño que él nos pida que seamos santos, como él es santo? Pongámonos entonces sus vestimentas y preparémonos para caminar con él, vistiendo esas túnicas blancas, sin mancha.
MEDITEMOS Y OREMOS
