Entrégale tus cargas al Señor, y él cuidará de ti; no permitirá que los justos tropiecen y caigan.
Salmos 55:22
A veces al encomendar nuestros afanes al Señor, gemimos tanto que parece que al Señor le está pasando algo espantoso también. La realidad es que a él nada le pesa. Dios dice en efecto, “tu afán me es carga ligera”. Nuestros afanes y cargas pesadas no son así para el Señor. Cristo carga todo sobre sus hombros -no es carga compartida-. El gobierno o la soberanía reposan sobre sus hombros (Isaías 9:6) y él no gime y no le pesa esa carga. Su brazo fuerte puede con todos nuestros afanes.
Hay poder en Cristo para nuestra santificación. El Señor puede santificarnos, el Señor puede sanarnos, el Señor lo puede todo. Debemos tener fe en Dios. Si llegas a un rio caudaloso esta mañana, ¿te llevaría como a una pequeña embarcación al precipicio de unas cataratas? No… Mas bien a un corazón de amor y eterna bendición.
A menudo me llega un precioso mensaje cuando mis esperanzas están de lo peor. Puedo escucharlo a través de la oscuridad como a la lejana entonación de un dulce himno: nada es difícil para Jesús, ningún hombre puede obrar como Él.
MEDITEMOS Y OREMOS
