“De oídas te había oído, pero ahora mis ojos te ven”
Job 42:5
Debemos reconocer el verdadero carácter de nuestra naturaleza y su real virulencia y vileza. Debemos acordar su destrucción y como Abram e Isaac de antaño, debemos llevar esta naturaleza y ponerla a los pies de Dios en sacrificio voluntario.
Esto es casi imposible para el corazón natural, pero en el minuto que se doblega la voluntad y se toma la decisión, nos sorprende como la agonía termina y se consume la muerte.
Normalmente la crisis en estos casos radica en un aspecto relevante. El Señor no necesita golpearnos en un sinfín de lugares para darnos el golpe de muerte. Generalmente hay un asunto de suma importancia en nuestro corazón y es justo ahí, en ese punto, que él nos golpea. Puede ser lo más preciado en nuestras vidas, los planes de mayor importancia, la fortaleza de nuestra voluntad, en el centro de nuestro corazón.
Al ceder y entregar justo allí, hay poco mas que entregarle, más, si no cedemos, si nos rehusamos a ello, entonces un espíritu de evasión y consentimiento se apodera para el resto de nuestras vidas.
Tomémonos del Señor de tal manera que podamos hacer su voluntad en todos los aspectos de nuestras vidas.
MEDITEMOS Y OREMOS
