…y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel.
Levítico 16:21
Cuando cualquier maldad nos toca y la consciencia sobre cualquier cosa no santa agolpa nuestros sentidos íntimos, es nuestro privilegio entregárselo al Espíritu Santo y dejarlo sobre Jesús como algo ya crucificado con él. Después como se hiciera con la ofrenda del pecado, se llevará fuera del campamento y será quemado.
Puede haber mucho sufrimiento, quizás un prolongado dolor y todo intensamente real; pero a través de todo tendremos la muy dulce y sagrada presencia de Dios, su intensa pureza en todo nuestro espíritu y la separación de la maldad que se consume. Será llevado fuera del campamento y no habrá siquiera el olor de las llamas sobre nuestra vestimenta.
Es tan bendito que el Espíritu Santo destruya las cosas. No hay espada más que la de él, que tan perfectamente pase entre nosotros y la maldad, y que consuma el pecado sin tocar nuestro espíritu.
Señor Jesús, mi ofrenda de pecado, yo pongo mi pecado yo mismo, toda mi naturaleza sobre la cruz. Consúmeme con tu fuego santo y déjame morir a todo, menos a ti.
MEDITEMOS Y OREMOS
