Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús…………….
2ª Corintios 4:5
Nuestra influencia cristiana, nuestra reputación como obrero de Dios y nuestra posición entre la hermandad puede llegar a ser un ídolo al que hay que hacer morir antes de estar libres para vivir sólo para Cristo.
Si te has dado cuenta, en las páginas impresas, la letra “i” siempre tiene un puntito sobre ella. Ese puntito la eleva por sobre la línea.
Cada uno de nosotros es como una letra “i” y sobre cada uno de nosotros hay un puntito de presunción o vanidad, obstinación o terquedad, interés propio o egoísmo, confianza en si mismo o auto-suficiencia, engreimiento o cualquier otra cosa a lo que nos aferramos o deseamos retener. Todo ello revela la vida del “yo” como si fuera de relevante importancia.
Esta letrita “i” es el rival de nuestro Señor Jesús. Es el enemigo del Espíritu Santo y de nuestra paz y vida. Por lo tanto, Dios ha decretado su muerte y el Espíritu Santo con su ardiente espada, está a la espera de su destrucción para darnos paso a través de las puertas y entrar así al Árbol de la Vida (Génesis 3:23-24)
Señor, vacíame con tu llenura, al igual que la gloria del Señor invadió el tabernáculo dejando a un lado a Moisés. (Éxodo 40:35)
MEDITEMOS Y OREMOS
