No toquéis, dijo, a mis ungidos, Ni hagáis mal a mis profetas.
Salmos 105:15
Preferiría jugar con relámpagos que hablar imprudente o temerariamente de los siervos o ungidos de Cristo. Preferiría tomar con mis manos un cable de corriente pelado a que sin pensar repetir dardos inflamatorios que miles de cristianos se lanzan unos a otros hiriendo sus almas y sus cuerpos.
Podríamos preguntarnos por qué nuestros cuerpos no sanan o por qué nuestros espíritus no están llenos del gozo del Espíritu Santo, o por qué nuestras vidas no son bendecidas o no experimentamos prosperidad. La respuesta podría ser que los dardos que hemos lanzado con mucho enojo o en una hora de ociosos comentarios, ahora nos persiguen. Esto describe el círculo que existe: devolviendo a la fuente cada raíz de amargura y cada ociosa palabra que se lance a otro.
Recordemos que cuando perseguimos o hacemos mal a los hijos de Dios, realmente estamos persiguiéndole a él y causándonos mucho más mal a nosotros mismos.
Señor ayúdame a ser sensible a los sentimientos y derechos de los demás tanto como he sido sensible a los míos, permíteme vivir y amar como tú amas.
MEDITEMOS Y OREMOS
