“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;”
Filipenses 2:3
Cuando el Apóstol Pablo habla de las cosas profundas de Dios, esto implica mucho más que las verdades espirituales mas profundas. Tiene que haber algo antes que esto. Debe haber un terreno fértil y un fundamento adecuado. Mucha verdad espiritual no se arraiga porque el terreno en la vida de los oyentes es poco profunda. Su naturaleza en lo profundo nunca ha sido afectada o vivificada.
Las bienaventuranzas comienzan en los peldaños más bajos; los pobres en espíritu, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia. El sufrimiento es esencial para profundizar nuestra vida espiritual. No hay que ir a un monasterio ni a un hospital de leprosos para encontrarlo. A no ser que hemos nacido a una raza distinta a la de Adán, el primer acto desinteresado de generosidad, traerá a nuestras vidas la angustia de la crucifixión.
A razón de que tanto los hombres y las mujeres no se han encontrado cara a cara con esta verdad, pocos saben de sufrimiento y muerte a sí mismos. Debemos tener convicciones profundas. Esta verdad debe ser una necesidad y algo principal de cada parte de nuestro ser.
Señor, que yo sea pobre en espíritu. Ayúdame a ser como tú fuiste en la tierra; siempre humilde y por ende muy exaltado, hasta lo sumo (Filipenses 2:9).
MEDITEMOS Y OREMOS
