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Meditación A.B. Simpson: 18 de Diciembre

“ y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
Gálatas 2:20

Lo que puede estorbar nuestra fe es eso mismo: nuestra fe. Es una fe sin frutos que obra como en sueño, tratando desesperadamente creer en Dios, pero inevitablemente es incapaz de recibir sus vastas y gloriosas promesas.

La única fe que iguala las estupendas promesas de Dios y las innumerables necesidades en nuestras vidas es la Fe del Hijo de Dios mismo. Esta es la misma confianza que Jesús soplará en la persona que inteligentemente lo acepta como su poder para creer, para amar, para obedecer y para hacer cualquier ejercicio de la nueva vida en Cristo.

¡Bendito el nombre de Jesús! Él nos amarra a su persona con cuerdas que alcanzan a los más profundo y desesperado corazón, cuerdas tan divinas como las amarras de las promesas que emanan del cielo. “Tengan fe en Dios” (Marcos 11:22) es el mandato de Jesús. Yo vivo por la fe del Hijo de Dios, es el testimonio victorioso de aquel que lo está viviendo y comprobando a diario.

Señor, enséñame a tener la fe del Hijo de Dios.

MEDITEMOS Y OREMOS

Días del Cielo sobre la Tierra
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