“El habló… y les dijo: ¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo”
Marcos 6:50
Un niño pequeño, atribulado en su corazón, corre a los brazos de su madre para que lo consuele, queriendo contarle toda la historia de su problema. Pero en el minuto la madre toma a su hijo en brazos y le expresa su amor. El niño se ve envuelto en la dulzura y afecto maternal y se le olvida contarle su problema, y en unos minutos se olvida toda la triste historia. Se ha amado la pena hasta el olvido y la madre ha tomado ese lugar en el corazón del niño.
De esta manera nos consuela el Señor: “Soy yo, no tengan miedo”, son sus palabras de calma y tranquilidad. Las circunstancias no se han alterado, pero él mismo ha entrado a satisfacer toda necesidad para así olvidarnos todas las cosas en su agraciada presencia y él entonces es nuestro todo, en todo.
“Yo exhalo mis dolores sobre su tierno y amado pecho, yo inhalo tu gozo, tu paz y descanso. Yo exhalo mis anhelos en tu atento y amado oído, yo inhalo tu respuesta, calmando así toda duda y temor.”
MEDITEMOS Y OREMOS
