“No sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”
Mateo 26:39
Hay dos actitudes que deben caracterizar la entrega de nuestra voluntad a Dios:
1.- Debemos tener una voluntad rendida. Aquí es donde todos debemos comenzar, cediendo al Señor nuestra voluntad natural y dejando que él se posesione de ella.
2.- Una voluntad victoriosa. Apenas él recibe nuestra voluntad total y honestamente rendida, él quiere poner su voluntad en la nuestra y así hacerla más comprometida a él. Ya no es nuestra voluntad, sino su voluntad. Y, habiendo cedido a su deseo y habiéndonos puesto bajo su dirección, él quiere poner toda la fuerza e intensidad de su gran voluntad y así hacernos fuertes, positivos, victoriosos e inamovibles, como él mismo.No se cumpla mi voluntad, sino la tuya (Lucas 22:42). Este es el primer paso. Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. (Juan 17:24). Esa es la segunda actitud. Ambas son divinas, ambas correctas para vivir bien y trabajar exitosamente en el Señor.
MEDITEMOS Y OREMOS
