“Nos dedicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la Palabra”
Hechos 6:4
En la vida consagrada del creyente, el Espíritu Santo es preminentemente un espíritu de oración.
Si todo nuestro ser está comprometido con su persona, y nuestros pensamientos están bajo su control, el ocupará cada minuto en comunión. Nosotros le traeremos todo a él en cuanto suceda, y oraremos en nuestra conciencia espiritual antes de actuar. Nos encontraremos presentándole las cargas de esta vida y orando por ellas casi sin enunciarlas o comprenderlas, pero será la presencia y la manifestación de sus pensamientos en nosotros.
La infidelidad y desobediencia a sus susurros, cuando él nos plantee su voluntad, será un obstáculo para una bendición que él quiera darnos. Después de un tiempo nos pondremos tan insensibles y negligentes que él no ha de confiarnos sus susurros, y tropezaremos en la oscuridad y no captaremos sus más altos pensamientos.
Señor, enséñame a orar en el Espíritu, orar sin cesar para no desobedecer en nada tu voluntad.
MEDITEMOS Y OREMOS
