“Obedeció y salió sin saber a dónde iba”
Hebreos 11:8
Esta sí es verdadera fe. Cuando podemos ver, no es fe, es razón. En un crucero a través del Atlántico observé este principio de fe. No podíamos ver un trazado a seguir encima del agua y tampoco ver la costa. Pero, un día el navegante iba maniobrando el barco como si hubiera una línea trazada sobre el océano. Y al llegar a unas 20 millas náuticas de la costa, él sabía dónde estábamos como si lo hubiera visto unas 3000 millas antes.
¿Cómo maniobró y marcó el curso? A diario nuestro capitán tomó sus instrumentos, miró hacia el firmamento y fijó el curso con el sol. Navegaba con las luces del cielo, no con las luces de la tierra.
Así también la fe mira hacia arriba y navega con el sol de Dios, aunque la costa no se divise o se pueda ver un faro costero durante la travesía. A menudo nuestros pasos parecieran estar guiándonos a una vasta incertidumbre, oscuridad o a un desastre, pero él nos abre el camino, tornando nuestras horas nocturnas en portales de radiante luz diurna.
Salgamos este día no sabiendo donde vamos, pero obedeciendo.
MEDITEMOS Y OREMOS
