“El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”
Juan 14:23
La Biblia nos plantea dos grandes promesas con respecto a Cristo. Primero, él vendrá a nosotros. Segundo: Él se quedará con nosotros.
Por más de cuatro mil años, el mundo ansiaba el cumplimiento de la primera promesa. La otra, de quedarse con nosotros, es el secreto que el Apóstol Pablo comenta, el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria. Colosenses 1: 26-27.
Esta revelación es tan trascendental como la encarnación de nuestro Jesús. Nos permite ver la gran verdad de que nos hace como Cristo, tan libre de pecado como lo es Él.
Si Cristo está en nosotros, ¿Cuáles son las consecuencias de ellos? Él nos marginará por completo. El “yo” en nosotros se aislará. Diremos: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios (Gálatas 2:20). Cristo asume nuestras luchas. Cristo llega a ser la pureza, la gracia y el poder en nosotros -mediante la fe.
Nosotros no buscamos alcanzar estas cosas: las hemos obtenido en Jesús. Esto nos trae un glorioso descanso con y el Maestro. El Señor no nos dice: “traigan fruto, oren mucho, hagan esto o esta cosa” No hay ninguna restricción o límite tan solo que permanezcamos en él. Este es el centro de todo nuestro gozo y ayuda.
MEDITEMOS Y OREMOS
