“..el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”
Isaías 9:6b
Uno no puede tener paz en el corazón haciendo que éste deje de latir. Algunas drogas lo podrían hacer, pero eso no es tranquilidad y paz. Dejemos que el “soplo de vida” – la vida y el poder de Dios -nos invada y así tendremos la tranquilidad y paz que buscamos. Lazos familiares nunca nos lo traerán. El librarnos de algún gran problema tampoco. Más de un atribulado corazón ha dicho: “Si este problema desapareciera, yo tendría descanso”. Pero cuando una crisis cesa, otra llega.
Cuando un ciervo está herido en las montañas, “piensa” que si sólo pudiera llegar al arroyo tendría alivio. Pero, la flecha está incrustada en su carne y no tendrá alivio hasta que esa herida se sane. Es una herida tanto en el lago montañés como en la pradera.
Nunca tendremos la paz de Dios y su descanso hasta que hemos entregado todo a Cristo, aún nuestro trabajo y servicio, y creer que él lo ha tomado todo. Sólo entonces podemos estar quietos y descansar.Es necesario caminar en santa obediencia y permitir que el Señor tenga la soberanía y gobierno de nuestras vidas, sobre sus hombros. San Pablo dice: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” Filipenses 3: 13-14. Hay una senda estrecha para nuestro caminar: la voluntad de Cristo y el servicio que quiere de nosotros.
MEDITEMOS Y OREMOS
