A fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros.
Romanos 8:4
¿Sabes que puedes estar cometiendo un error? Puedes estar comentando, “es imposible para mí, nadie es perfecto, no vale la pena seguir intentándolo” Estoy de acuerdo con la primera frase, que nadie es perfecto, pero no estoy de acuerdo con la segunda: no vale la pena seguir intentándolo.
Hay una ayuda divina a nuestro favor. No sólo el perdón de nuestros pecados -creo esto- pero hay mucho más, la justicia de Dios que viene a nuestras almas y se une a cada fibra de nuestro ser. Me refiero a Cristo, -nuestra vida, nuestra pureza- que nos hace sentir como él siente, pensar como Él piensa, amar como Él ama, odiar como Él odia, y llegar a ser partícipes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4). Esa es la justicia de Dios -que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, no por nosotros, pero en nosotros.
No se trata solo de nuestras manos y pies, pero nuestros instintos, nuestros deseos, que nuestra propia naturaleza nazca y proceda en armonía con la suya.
MEDITEMOS Y OREMOS
