Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo.
1ª Pedro 5:6
La presión que se produce en las dificultades de la vida hace que la valoremos. Cada vez que pasamos por alguna tribulación, es como empezar de nuevo; apreciamos más la vida y queremos ser más fructíferos en todo lo que hacemos para el Señor y para el prójimo. Las pruebas nos ayudan a entender las tribulaciones de otros y nos capacitan para ayudar y compadecernos de ellos.
Hay algo de naturaleza superficial y liviana en la persona que se apropia de una teoría o promesa y habla acerca de la desconfianza que surge en aquellos que retroceden ante cualquier tribulación. Pero, el hombre o mujer que ha sufrido nunca hace esto. Ya que sabe lo que el sufrimiento implica, él o ella es tierno o delicado.Pablo pensaba en eso cuando dijo: la muerte actúa en nosotros, y en ustedes la vida (2ª Corintios 4:12). Los lugares difíciles y las tribulaciones son necesarios para trasladarnos a nuevas alturas, al igual que las calderas ardientes levantan la presión y dan fuerza a los pistones del barco a vapor para surcar los océanos y enfrentarse a los vientos.
MEDITEMOS Y OREMOS
