El obedecer vale más que el sacrificio.
1ª Samuel 15:22
Nuestra santidad se plantea como una recompensa a nuestra obediencia. Si hemos de agradar al Señor y tener el galardón de aquellos que le agradan, entonces no hay más aceptable servicio que alabarle.
Encontrémonos con él con un corazón contento y agradecido y él ha de reflejarse en nosotros a través de una faz radiante, una vida vibrante, y una salud bullente que da eco a un corazón gozoso.
Incluso más, el ser agradecido es la mejor preparación para la fe. La confianza crece espontáneamente del corazón que alaba. Cuando damos gracias es como caminar en el invierno por el lado donde “pega” el sol y es también como mirar las cosas placenteras del Señor. Así es como podemos llegar a confiar en él.
La incredulidad mira siempre a los problemas y obviamente éstos se parecen a montañas inconquistables y la fe se desalienta ante tal perspectiva. Una disposición agradecida siempre encontrará razón para vitorear, pero una disposición melancólica u oscura siempre encontrará en el más claro de los días una nube negra y un pelo en la sopa.
Cultivemos un espíritu alegre y de contentamiento para así encontrar todo lo que ha de alentarnos en nuestra unión con el Señor, y en nuestras vidas, de tal manera que no haya lugar para el temor o la duda.
MEDITEMOS Y OREMOS
