“Los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán.”
Zacarías 4.10
El roble proviene de una bellota; el águila de un pequeño huevo; y la cosecha de una semilla. Es así como la gloria de la futura era viene ahora de la vida de Cristo mismo, aun la majestuosidad de su reino estaba envuelta esa noche en el bebé de Belén.
Tomemos a Jesús para toda nuestra vida. Unámonos a su persona y a su cuerpo resucitado. Que podamos conocer lo que implica que el cuerpo es… para el Señor, y el Señor para el cuerpo (1 Corintios 6.13); porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos (Efesios 5.30).
El que dio a un cruel e ingrato mundo al infante, a su unigénito Hijo, esa oscura noche navideña no rehusará darnos hoy su plenitud si sólo abrimos nuestros corazones para darle el lugar preeminente y titular. Entonces conoceremos esa vida Vivificadora, al igual que nuestra esperanza se tornará en realidad al sentamos con él sobre su trono con cada fibra de nuestro cuerpo inmortal igual al del Él.
MEDITEMOS Y OREMOS
