“El Dios de Israel los ha separado del resto de la comunidad para que estén cerca de Él.”
Números 16.9
Una plantita puede crecer en medio de la basura, cubierta de suciedad, mugre y polvo que flota por los aires; pero sus raíces Siguen blancas y están separadas de la tierra contaminada e inmunda. Sus hojas y flores no tienen ninguna afinidad con el polvo que se posa sobre ellas.
Después de una llovizna veraniega éstas no dan señas de ninguna partícula inmunda y se presentan tan puras como antes. Intrínsecamente su naturaleza no puede compartir con estas partículas mugrientas.
Este es el tipo de separación que el Señor requiere y nos da.
No hay ningún mérito en no ver películas inmundas si Suspiramos por verlas. No hay valor en abstenerse de una frívola novela o una embriagante botella si continuamente deseamos tenerlas. Nuestro corazón está allí, nuestra alma se contamina con el deseo de tales cosas.
No es el mundo que nos mancha, es el amor al mundo. El Verdadero levita se separa del deseo a las cosas mundanas, y aunque pudiera, no se apropiaría como otros de los placeres prohibidos.
MEDITEMOS Y OREMOS
