“Así como me envió el Padre viviente,
Y yo vivo por el Padre, también el que come de mi, vivirá por mi”
Juan 6.57
Lo que necesitamos como hijos de Dios no es sólo más enseñanza, sino el Pan de Vida. El grano de maíz no es la mejor comida. Los granos hay que molerlos y después hay que hornear el pan para que el cuerpo al comerlo pueda digerirlo y éste lo nutra. La más pura y noble verdad por sí misma no puede santificar o satisfacer nuestra alma.
Cristo exhala de su boca el mensaje del Nuevo Testamento con un aliento poderoso y vivificador. Es a medida que nosotros permanecemos en él, comemos y tomamos de su misma vida, que se nos nutre, reanima, reconforta y sana.
Este es el secreto de la sanidad divina. No es creer una doctrina, no es realizar una ceremonia, no es elevar una petición a los Cielos en la lógica de la fe y por la fuerza de nuestra voluntad; es más bien el respirar la vida de Dios, es el toque vivo que nadie entiende excepto los que tienen sus sentidos ejercitados para discernir y responder a las realidades del mundo invisible. Por lo mismo y a menudo, un poco de verdad nos dará más ayuda y bendición que una gran cantidad de instrucción.
MEDITEMOS Y OREMOS
