“Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará,
y vendremos a él, y haremos morada con él.”
Juan 14: 23
La idea de obtener nuestra propia santidad y que el Señor nos premie por ello no es lo que él nos enseña. Cristo es nuestra santidad. Él mismo, el Santo, vendrá a morar en nuestro corazón siempre.
Cuando un millonario compra una propiedad con una pocilga sobre ella, él no la arregla. Él contrata a alguien para que la demuela. Construye una mansión, nosotros no hemos de arreglar la pocilga, más bien hemos de entregársela a Cristo. Él excavará por debajo de nuestra vieja vida y construirá una casa propicia donde él pueda vivir para siempre.
Esto es lo que significa que Cristo hará la preparación para la bendición de santidad que gesta su propia venida. Imagínate al gran rey asirio que sale en campaña. Él no pide que se prepare el camino, Él envía a sus hombres a cortar árboles, llenar los barros y aplanar los montes. Así también si lo dejamos, Cristo será el rey que viene, el autor y consumador de nuestra fe. Hebreos 12:2
MEDITEMOS Y OREMOS
