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Meditación A.B. Simpson: 23 DE ABRIL

 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Hebreos 4:15

Tiempo atrás conversé con una señora muy enferma. Estaba muy aquejada físicamente y quería de todo corazón confiar en el Señor para su sanidad. Después de conversar un rato oramos, entregando su caso al Señor y pidiendo que ella pudiera confiar plenamente en él y pudiera ser sanada.

Después que yo terminé de orar ella tomó mi mano y me pidió que uniéramos nuestros ruegos por una petición muy especial que ella tenía y sin mencionar su gran necesidad personal que la tenía al borde de la muerte, oró apasionadamente por un niño huérfano que ella recién había conocido. Nunca había escuchado una oración que la superara en empatía y amor al implorar con grandes sollozos que Dios lo salvara y ayudara. Ella terminó de orar sin siquiera mencionar su propia necesidad de sanidad.

Me tocó mucho este espectáculo de amor y pensé cómo nuestro Padre celestial debe haberse compadecido de la necesidad de esta señora.

MEDITEMOS Y OREMOS

Días del Cielo sobre la Tierra
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