Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo y conserve todo su ser.
1ª. Tesalonicenses 5:23
La marea alta puede levantar una embarcación encallada hasta que flote por sobre la barra. Ni los motores ni los marineros tienen que esforzarse en esta labor. No hay necesidad del inoficioso esfuerzo humano ni lo mecánico de los motores en la embarcación que en vano podrían moverla siquiera unos centímetros antes que la marea la impulsara divinamente por su propia atracción.
Dios levanta con sus rayos un gigantesco iceberg donde millones de hombres no podrían levantarlo siquiera una pulgada. Esto lo hace derritiendo el hielo con el calor del sol y levantándolo a través de nubes de vapor que finalmente se abrazan con la masa pesada y helada de una gloriosas nubes que cubren el cielo ocaeánico.
¡Qué fácil! ¡Qué poderoso! ¡Qué simple! ¡Qué divino!
¿Ha entrado usted en la vida divina de santidad? Si lo ha hecho ¡vuestro corazón debe estar lleno de gratitud! Si no ha entrado en ella ¿no lo anhela tanto como para unirse en oración con nuestro texto de hoy.
Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo y conserve todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 1ª. Tesalonicenses 5:23
MEDITEMOS Y OREMOS
