“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.”
Deuteronomio 6:4-9
Salí desaprobada, era la tercera vez que daba mi examen práctico para mi carné de conducir, y en la noche anterior en nuestro altar familiar mis hijos habían orado para que pudiera salir aprobada. ¿Cómo podía argumentar a mis pequeños hijos que, aunque salí desaprobada, Dios si había escuchado sus oraciones? Mi esposo y yo, pudimos explicarles que los tiempos del Señor son perfectos y que no obtuve el carné porque El vio que aún no estaba preparada, semanas más tarde volví a presentarme al examen y esta vez sí lo logré, aprovechamos el momento para demostrar y enseñar a nuestros hijos que ¡los tiempos de Dios son perfectos!
Nuestros hogares son lugares de aprendizaje para nuestros hijos, y las circunstancias sean buenas o adversas que experimenta cada hogar es una oportunidad para enseñarles de manera práctica que nuestro Señor es fiel y soberano, grande y eterno, Dios todopoderoso, cuyo amor no se agota. Las Escrituras nos muestran que la familia son el canal perfecto para la enseñanza en valores y principios. En nuestros hogares ellos aprenden a confiar en Él, a ser obedientes a Él a través de su Palabra, a buscar de Él, a ser restaurados por Él, a ser perdonados por Él, a sentirse amados por Él, a alabarle en todo tiempo, a saber, que sus grandes obras y poderosos hechos continúan en nuestros tiempos a través de nuestras vidas restauradas y renovadas.
Su Palabra, que contiene promesas a nuestras vidas deben estar presentes y visibles en cada paso que damos, y como padres somos llamados a crear un vínculo estrecho con nuestros hijos a través de la enseñanza diaria, cotidiana; que enriquece sus vidas y las nuestras, dejando un legado único e irrompible porque está basado en los valores que nos enseña la Escritura. ¡Nuestros hogares son lugares para edificar a nuestra familia!
¿Estoy siendo de edificación para mi familia?
¿Qué necesito quitar de mi vida para que tu Palabra sea mi deleite y poder hablar con gozo a otros acerca de ti?
Señor, ayúdame y enséñame a atesorar tu Palabra para poder edificar a mi familia. Señor, anhelo ser luz dentro para poder ser luz fuera.