“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.
Génesis 12:2-3
Que maravillosa bendición dio Dios a Abraham. Dios le bendijo y le prometió una gran descendencia, una nación grande. Le engrandecería, pero no solo eso, él sería bendición a otros (v.2). Y ciertamente a través de Abraham, Dios levantó una nación, Israel, y esta nación fue bendecida por las promesas que Dios dio a Abraham, y por medio de él, a sus descendientes.
(v.3) Dios le promete bendecir a los que le hagan el bien, y defender su causa contra los que mal le hicieren. Y le da la promesa de la esperanza bendita para toda la humanidad. A través de él, de su simiente, serán bendecidas todas las familias de la tierra. Esto es a través de Jesucristo, descendiente de Abraham, el Hijo de Dios enviado al mundo para salvación a todo el que creyere.
La bendición de Abraham nos ha alcanzado a nosotros los creyentes (Gálatas 3:7,9,16), por medio de la bendición de Abraham, y especialmente a través de su simiente, Jesucristo. Hemos sido bendecidos, para bendecir a otros.
Abraham, cuyo nombre significa: “padre de multitudes”, fue bendecido como padre de familia y esa bendición alcanzó también a su esposa y a sus hijos. El padre tiene una responsabilidad especial en el hogar para guiarles a todos en obediencia a Dios. La esposa acompañó a su esposo en ese llamado y Dios también la protegió a ella durante el trayecto. Es responsabilidad de ambos cuidar a sus hijos y enseñarles a vivir una vida que agrada a Dios.
Esto ocurre en nuestros hogares cristianos. Dios bendice nuestras vidas, y esa bendición alcanza a otros, en especial a los de nuestra casa, a nuestros descendientes.
Ellos además eran bendición por donde iban, la tierra daba fruto y los habitantes del lugar eran bendecidos por ellos. Asimismo, los creyentes debemos ser de bendición allí donde Dios nos ponga, en nuestras familias, en nuestra iglesia, en nuestro vecindario, en nuestros lugares de estudio y trabajo. ¿Cómo? Amándolos, orando por ellos, sirviéndoles, por supuesto dándoles a conocer la esperanza del evangelio de Jesucristo.
Este mundo necesita referentes sólidos de familias creyentes que les ayuden, les den esperanza, que les prediquen el evangelio y les ayuden a vivir vidas que a Él le agradan. No somos familias perfectas, fallamos y tenemos problemas de todo tipo, como las personas que no tienen a Cristo, pero tenemos la esperanza de la vida eterna, del perdón, de la restauración, del propósito del ser humano, y Dios nos envía a bendecir a este mundo, empezando por nuestro hogar, nuestra familia, y luego al resto.
Oración: Padre gracias por tu bendición sobre mi vida a través de Jesucristo, ayúdame a ser de bendición a los que me rodean, a ser luz en mi hogar y que nuestro hogar sea una luz encendida en nuestro barrio, para que el mundo te conozca. Danos de tu amor para amar a otros y bendecirlos. En el nombre de Jesús. Amen.