Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.
Ezequiel 36:27
El estado del cual habla Ezequiel es más que un nuevo corazón. Es un corazón lleno del Espíritu Santo, el divino Espíritu, el poder que produce en nosotros un caminar en los mandamientos de Dios.
Esta es la mayor crisis del creyente: la llegada de Dios mismo a morar en el espíritu del hombre que fue renovado en la conversión. Él viene a hacer allí su morada, posesionarse de él con su poder en santidad y justicia.
Cuando esto ocurre, uno podría pensar que entraríamos a un más esperanzador y exuberante estado espiritual. La verdad es que el profeta nos plantea algo diferente. Él dice que cuando esto sucede, llegamos a destetarnos.
La revelación que nos llega es un sentimiento de nuestro vacío e insignificancia y nos postra sobre el polvo del renunciamiento. La llegada del Espíritu Santo desplaza al ego deshonrándolo para siempre. El estado de más alta santidad es caminar en un permanente estado de renuncia personal y entrega.
MEDITEMOS Y OREMOS
