En él vivimos, nos movemos y existimos.
Hechos 17:28
La mano de Guiezi o el cayado de Eliseo no podían sanar el cuerpo del niño muerto (2 Reyes 4: 29-37). Resucitarlo requería el toque del cuerpo vivo y ungido del profeta para infundir vitalidad en el inerte barro. Labio a labio, mano a mano, corazón a corazón. Eliseo debía tocar al niño antes que la vida circulara por las venas ya sin pulso.
Hemos de llegar a un contacto personal con el Cristo resucitado y tener su misma vida vivificando nuestra carne mortal antes que podamos experimentar la llenura y realidad de su santidad. Esta es la causa mas frecuente del fracaso. Se confía en algo que se ha hecho a la persona, o algo que ellos mismos han hecho, aun algo en que ellos han creído intelectualmente.
Su espíritu no ha llegado al mismo corazón de Cristo; no han absorbido su amor a su mismo ser a través de un hambre y sed de amor y fe. Por lo mismo nunca pueden ser vivificados o vitalizados. La mayor necesidad de nuestras almas y cuerpos es conocer a Jesús personalmente, tocarle, morar y permanecer en él constantemente.
Que este día podamos dejar a un lado todo lo que impida nuestra mayor cercanía con él; caminando mano a mano, corazón a corazón con Jesús.
MEDITEMOS Y OREMOS
