Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.
Efesios 5:23
A menudo queremos que otros oren por nosotros, pero fracasamos en el objetivo cuando descansamos mucho en ellos y en su intercesión. El verdadero secreto de la unión es que ambos descansen en el Señor, mirando más allá de uno mismo, a él a quien estamos íntegramente unidos.
Un marino tenía razón al esperar un minuto antes de rescatar a un niño que se había caída de un barco. Cuando la distraída mamá en agonía le preguntó porqué esperó tanto antes de rescatarlo, él le contestó: “Yo sabía que, si me hubiera lanzado de inmediato al agua, el niño se hubiera aferrado a mí y ambos nos hubiéramos ahogado. Esperé hasta que dejara de forcejear. Entonces podía ayudarle porque no se aferraría tanto de mí”
Cuando las personas se aferran mucho a nosotros, ya sea con amor o dependencia, nos damos cuenta intuitivamente que no están fijando sus ojos en el Señor, eso puede paralizarnos en nuestra ayuda. Unirse en oración requiere que la persona por quien estamos intercediendo esté mirando al Señor Jesucristo, no a nosotros, y juntos, mirando sólo al Señor.
MEDITEMOS Y OREMOS
