“enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos,
vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente,”
Tito 2:12
Digamos NO a la carne y al amor a nosotros y aprendamos la santa negación al yo, algo imprescindible para una vida de obediencia. No hagamos ninguna provisión para la carne y así ni siquiera darnos por entendido de la carne o del viejo hombre. Debemos decirle NO a todo lo mundano, y hoy nuestra vida de fe consiste en negarnos a nosotros mismos; Jesús decía a todos: “si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.” Lucas 9:23.
Empezamos con un gran SI a Dios y después concluimos con un constante NO a nosotros mismos, al mundo, la carne y al diablo.
Casi todos los mandamientos del Decálogo comienzan con un NO. En Primera de Corintios 13, con la hermosa representación del amor, casi todas las características del amor se plantean en forma negativa: lo que el amor no hace, no piensa, no dice, lo que no es. Es igual con la mayoría de las cosas relativas a la consagración, tenemos que decir NO.
No me pertenezco, más bien pertenezco a Dios; no estoy solo pertenezco a Dios.
MEDITEMOS Y OREMOS
