De cierto, de cierto os digo, que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.
Juan 12:24
La muerte y la resurrección son ideas centrales en la naturaleza y en el cristianismo. Lo vemos en la transformación de la crisálida, en la semilla, en la tierra que florece en la primavera, en la transformación del gélido invierno a la cálida primavera.
Lo vemos a lo largo de la Biblia en el símbolo de la circuncisión y su significado de muerte y vida, también el cruce del Mar Rojo y el Jordán como una salida y entrada y finalmente en la cruz del Calvario y la tumba abierta del día de resurrección.
Lo vemos en cada paso profundo de nuestra vida espiritual. Cada vida verdadera es un nacimiento desde la muerte, y mientras más se muere, más se vive. Sin lugar a dudas en estas últimas semanas y meses hemos visto muchas cosas que debieran estar en la tumba y muchos remanentes de nuestra vida natural y pecaminosa que con gusto lo enterraríamos en lo más profundo de la tumba.
Que el Señor nos ayude a pasar una sentencia de muerte irrevocable y que el Espíritu Santo haga ese entierro permanente. Entonces nuestra vida emitirá una continua fragancia que florece, brota e invade todo.
MEDITEMOS Y OREMOS
