La dulzura de labios aumenta el saber.
Proverbios 16:21
Muchas son las palabras que nos envuelven en esta vida. Estas quizás no sean tan enfáticas como nuestras obras ya que las últimas son una expresión más deliberada de nuestros pensamientos. Al mismo tiempo uno de los autores novo testamentario y porque es uno de más impacto dice: “Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.” Santiago 3:2.
El no causar ofensas con palabras o escritos muchas veces es una señal de victoria en la vida cristiana. Nuestro triunfo en esto depende tanto en lo que digamos, como en lo que no digamos.
Al hablar de la lengua, Santiago apóstol dice: “Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.” (3:6)
Por ende, el cristiano es justo en todos sus caminos, correcto y honrado en sus palabras. Sus hechos atraen a los hombres, y en su conversación mira hacia arriba, porque el Señor está escuchando. Sus palabras se envían a lo alto y se graban para juicio.
Puedo imaginar el cielo azulado sobre nuestras cabezas, casi transparente, pero es un papel sensible que recibe la impresión de cada palabra que hablamos. Después estas mismas el Señor las preserva para nuestro juicio. En nuestra conversación, debemos siempre hablar con los ojos alzados al cielo, nunca olvidando que un día nos encontraremos con cada palabra que hemos pronunciado.
MEDITEMOS Y OREMOS
