Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán
Marcos 11:24
La consagración de nuestra vida es un acto de fe. Tomamos la santificación como un regalo de Dios, creyendo y confesando que es así. Nos apropiamos de ello y avanzamos a paso firme. Tenemos que decirle al diablo que lo tenemos. Cuando le decimos al Señor valientemente “yo soy tuyo”, él nos responde en las alturas celestiales “Tú eres mío”, y el eco de lo mismo se escucha por toda nuestra vida: ¡Mío! ¡Tuyo!
Si nos atrevemos a confesar a Cristo como nuestro Salvador y Santificador, él se compromete a hacer estas verdades realidad en nuestras vidas. Pero nosotros tenemos que asirnos de su poderosa palabra. La esencia de nuestro testimonio es decir lo que Dios ha prometido hacer para nosotros. Lo correcto es tener una gloriosa palabra de Testimonio. El Señor quiere que nosotros sellemos estas promesas y levantemos nuestras manos en señal de que las hemos apropiado para nosotros mismos.
Después hay que ignorar la vida vieja y considerarla ya no más nuestro -aunque regrese a perturbarnos otra vez. Cada vez que aparezca digamos, “esto proviene del Hades”. Yo vivo en las alturas celestiales con Cristo Jesús (ya no vivo yo más Cristo vive en mí).
MEDITEMOS Y OREMOS
