Me diste asimismo el escudo de tu salvación; Tu diestra me sustentó, Y tu benignidad me ha engrandecido.
Salmo 18:35
El bendito Consolador es tierno, delicado, cariñoso, lleno de presencia y amor. Cuán tierno es el trato de Dios aun con los pecadores. Cuán paciente es su actuar: con cortesía, moderación y urbanidad. Qué delicada es du disciplina con sus propios hijos que se descarrían. El Señor guio a sus siervos de antaño Jacob, José, Israel, Elías de tal manera que ellos realmente podían decir: Tu bondad me ha hecho prosperar.
El corazón donde mora el Espíritu Santo siempre se caracterizará por ser tierno, delicado, sumiso, quieto, apacible, dócil y paciente. El rudo, el Espíritu sarcástico, la réplica acida, la respuesta cortante, todas éstas le pertenecen a la carne y no tienen nada que ver con la tierna enseñanza del Consolador.
La divina paloma no busca el Espíritu iracundo, tumultuoso, exaltado y vengativo; más bien encuentra su casa en el alma quieta. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” Gálatas 5: 22-23
Señor, ayúdame a ser amable. Calma mi espíritu. Refina mi manera de ser. Que Cristo esté en mi comportamiento, los tonos de mi boca y también en mi corazón.
MEDITEMOS Y OREMOS
