Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder, en la hermosura de la santidad
Salmos 110:3
Aquí está la definición del término “consagración”. Es el sacrificio voluntario de nuestro corazón, constreñido por amor para ser del Señor. Su mayor expresión es: Yo soy de mi amado y mi amado es mío” (Cantares 6:3)
Nuestra entrega debe nacer de nuestra fe. Debemos tener plena confianza que estamos seguros en esta entrega, que no nos estamos cayendo a un precipicio o abandonándonos a las manos de un juez, que ¡estamos hundiéndonos en las manos de nuestro Padre y entrando en nuestra eterna herencia!
Es un infinito privilegio que se nos permita entregarnos por completo al que se promete a si mismo hacer de nosotros todo lo que nosotros quisiéramos ser, y más, todo lo que en su infinita sabiduría, poder y amor, él se compromete a completar en nosotros (Filipenses 1:6 que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;)
Es el barro entregándose por completo al alfarero para ser moldeado como una vasija de honra, preparado para que el maestro la use. Es el pordiosero de la calle que llega a ser parte de la familia real para que se le eduque y se le provea todo para recibir la herencia real del que es ahora su Padre.
MEDITEMOS Y OREMOS
