“Regocijaos en el Señor siempre; Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Filipenses 4: 4-7
Estos son los versículos de los que proviene nuestro tema para este ayuno “La Paz que Sobrepasa Todo”. Estos versículos ocupan un lugar muy especial en mi corazón. Tuvieron un impacto profundo durante uno de los momentos más difíciles que enfrenté en mi vida de joven adulto. Tenía treinta y tantos años cuando recibí una llamada telefónica que me decía que mi madre estaba en el hospital y que su cáncer había regresado. Cuando colgué el teléfono, inmediatamente corrí escaleras arriba y enterré mi rostro en la almohada de mi cama sollozando. Lloré fuerte, enojada, derramaba lágrimas desesperadas. Me sobrecogió el dolor de que mi madre pudiera estar muriendo.
Vi mi Biblia en la mesa junto a mi cama. Cuando la tomé, estaba desesperada y la abrí al azar. Se abrió a Filipenses 4. Las primeras palabras que vi fueron: “Regocíjate en el Señor”. Respondí en mis pensamientos: “¿Regocijarse en el Señor? ¿Cómo puedo hacer eso ahora? ” Seguí leyendo, “Otra vez os digo: ¡Regocijaos!” Como si no lo hubiera escuchado la primera vez, Dios me dijo estas palabras nuevamente. Mientras seguía leyendo, las palabras “El Señor está cerca” se grabaron en mi espíritu. Eran amor líquido, paz nutritiva y un consuelo asombroso para mi alma. Estos versículos me llevaron a través de las siguientes cinco semanas de la vida de mi madre y mi tiempo con ella junto a su cama durante sus últimos 5 días y mientras tomaba su último aliento. La paz incomparable de Dios. Sobrepasa todo entendimiento. Mantuvo mi corazón y mi mente en el amor de Dios. Me permitió regocijarme y estar agradecida en medio de un gran dolor.
Sea lo que sea que enfrentes hoy, el Señor está cerca. Él está contigo. Él es el Príncipe de la Paz y se ofrece a ser tu paz hoy. Ora conmigo:
Señor Jesús, te necesito. Cada momento te necesito. Tu presencia hace toda la diferencia en mi vida. ¡Tú estás cerca! Me regocijo en tu bondad. Me regocijo en tu amor y fidelidad. Tú eres el Príncipe de la Paz y nos das esta paz incomparable. ¡Gracias Jesús!