“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”
Proverbios 22:6
Encontramos en estas sabias palabras, un consejo que ayuda para tener éxito en la educación de los hijos. El ministerio de ser padres es una labor extraordinaria y no se puede exagerar su responsabilidad; pues de la formación que demos a los hijos dependerá el rumbo que llevará su vida en este mundo y también en el venidero que es eterno.
De hecho, no podríamos ser padres sin la ayuda sabia, amorosa y misericordiosa de nuestro Dios. Tiene razón el salmista cuando dice: “Si Jehová no edificare la casa, En vano trabajan los que la edifican…” (Salmo 127:1). Es por esto que los que somos padres tenemos que observar una estrecha comunión y dependencia del Amoroso Padre Celestial para tomar de ÉL el modelo perfecto de la paternidad.
Instruir al niño en su camino es una de las tareas más importantes que tienen los padres en el proceso de formación de sus hijos, pues de eso se definirá su forma de actuar, de pensar y su relación con Dios.
Un error que cometen muchos padres es considerar que al enviar a sus hijos a un estudio bíblico o al templo para que reciban formación cristiana será suficiente, sin embargo, si desde el hogar no se promueven los valores cristianos esta práctica no tendrá resultados satisfactorios, de nada servirá enseñarles a ser hijos dignos de Dios y ser buenos pastores, si los padres tienen una vida sedentaria y alejada de los caminos del Señor.
Los niños en su proceso de formación suelen absorber más información de lo que ven en relación con la información teórica que se le pueda suministrar. Intenta implementar estrategias dinámicas para que el niño adopte tus hábitos y valores cristianos, uniéndolo a tus oraciones o estudios bíblicos familiares.
Por otra parte, un método de crianza que no implementa la disciplina y la instrucción bíblica corre el riesgo de dejar al niño a su propio camino que le va a conducir hacia manifestaciones cada vez más destructivas y esclavizantes de egocentrismo.
Una correcta disciplina, es amor, corregimos porque amamos, de la misma manera que lo hace Dios con nosotros (Proverbios 3:11-12). Los padres demuestran amor hacia sus hijos cuando aplican la disciplina y la instrucción de Dios, dentro de una conversación cálida, cercana y comprensiva. Se nos anima como padres a instruir, alentar y aconsejar e instar al hijo a escuchar. Los padres y sus hijos no tienen que ser adversarios, sino aliados en la vida, orgullosos los unos de los otros. Los miembros de la familia tienen que ser aliados, no adversarios.