“Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; Y su marido también la alaba: Muchas mujeres hicieron el bien; Mas tú sobrepasas a todas.”
Proverbios 31: 28-29
¿Quién sería una mujer virtuosa? Aquella llena de cualidades valiosas, aquella que reúne las condiciones que Dios quiere que la mujer que Él creó tenga y espera de ella. Aquella que agrada a Dios cada día de su vida, que su andar refleja a su Salvador y Señor; que es obediente a su Palabra, llena de gracia.
Solo una mujer que conoce a Cristo como su Salvador, puede reconocer lo que es dar el bien y hacerlo de corazón. Su familia la llama “bienaventurada” porque sabe hacer el bien, porque lo ha recibido de su Salvador. Su familia la elogia en público porque trae bendición a su hogar.
Hacer el bien en ocasiones, puede ser una práctica de muchos hoy en día, pero hablamos de una actitud del corazón, que no se restringe a ocasiones especiales, sino a una actitud permanente en su vida. Se refiere a hacer lo correcto no solo en sus hechos sino en palabras, en pensamientos; a hacer el bien continuamente, todos los días de su vida.
Ella es merecedora de ser reconocida por sus hermosas cualidades ante sus seres queridos más cercanos: su marido e hijos. Con los cuales no hay ni hipocresía, ni falsedad, ni apariencia; ellos la conocen tal cual es en realidad. Una mujer que agrada a Dios es reconocida por su buena actuación, su bondad y misericordia ante cualquier situación. Sabe imitar a su Maestro, nuestro Señor Jesucristo y su modelo de vida, es una mujer sabia que edifica su casa.
La mujer virtuosa busca primeramente el reino de Dios, y todas estas cosas (incluida la felicidad) le son añadidas (Mateo 6:33).
Amado Padre celestial, quiero ser esa mujer que lleva bendición a su familia para poder tener mi hogar “encendido” y ser luz y sal para mi familia y las naciones enteras.