“y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”
Filipenses 2:8
Una de las cosas más difíciles para aquellos que piensan más de sí mismos de lo que debieran, es estar bajo la autoridad de otro; renunciar a su propia voluntad y sujetarse a otro. Cristo tomó la forma de siervo, renunció a su propia independencia, al deseo de complacerse a sí mismo, a su libertad y derecho de elegir o exigir. Después de ternas edades con el derecho de regir, él se entregó a la implícita obediencia de otro.
Conocí a un pudiente empleador que de pronto tuvo que ser empleado. No fue algo fácil, se lo aseguro.
Pero Jesús es el perfecto siervo de su Padre. Él dijo: “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones” (Isaías 42:1). Toda su vida, su llamado al mundo fue que, como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. (Mateo 20:28). Él dijo: Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve. (Lucas 22:27). No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre. (Juan 5:30). ..si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. (Mateo 26:39)
Finalmente, Pablo dijo: Se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:8). Su vida fue un continuo negarse a sí mismo, y al final, se entregó a la muerte, al escarnio y vergüenza en su crucifixión. Este fue el acto final de la consumación de su amor.
¿Has aprendido, he aprendido yo el lugar de siervo?
MEDITEMOS Y OREMOS
