Porque Jehová el Señor me ayudará, por tanto, no me avergoncé; por eso puse mi rostro como un pedernal, y sé que no seré avergonzado.
Isaías 50:7
Aquí tenemos el lenguaje de confianza y de victoria. Fue con esta fe que se escribe en Hebreos sobre la agonía de Jesús: “el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” (12:2). Su vida fue de fe, su resurrección fue el triunfo de la fe, su reino de mediación es una larga victoria de fe, “esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies” (10:13)
Ahora él es nuestro patrón de fe. En cada situación difícil, en cada tentación, cada sufrimiento y peligro, él nos ha antecedido; flamea en su mano el pendón de confianza y triunfo y nos recomienda seguir sus victoriosos pasos.
Él es el patrón del creyente. Nosotros reclamamos nuestra salvación por fe, nuestro gran antecesor reclamó la salvación del mundo por la misma fe.
Consideremos entonces, a nuestro glorioso líder como nuestro perfecto ejemplo, y al seguirle de cerca, recordemos que donde él triunfó, nosotros también podremos triunfar.
MEDITEMOS Y OREMOS
