Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.
Hechos 4: 34-35
Este gesto de dar tan radical era absolutamente necesario para satisfacer las necesidades de esta iglesia que crecía rápidamente. Recuerda, muchos de estos cristianos de Jerusalén vivían como refugiados de afuera, después de haber respondido al evangelio en el día de Pentecostés.
Era un milagro de comunidad, de hermandad, de gente que comparte tanto riqueza como pobreza para que nadie llegue a ser verdaderamente pobre. Es un milagro de generosidad, generosidad humana inspirada por generosidad divina. Es un milagro de amor ágape, amor enfocado en las necesidades de los demás en lugar de las necesidades personales.
Todos entregaban lo que poseían para que no hubiese nadie dentro de la congregación que pasara necesidad, todo les era confiado a los apóstoles para que ellos con sabiduría distribuyeran según la necesidad que surgiera.
Esto también pudo haber sido usado por sus detractores para tergiversar la obra del evangelio, pero a diferencia de hoy, las evidentes muestras del amor y la misericordia al no haber necesitados entre los creyentes hacían que todos glorificaran a Dios, y te pregunto: ¿seriamos capaces como iglesia de llegar a lo mismo?, pues creo que cada vez se hace más necesario volver a practicar los principios de la iglesia primitiva.
MEDITEMOS Y OREMOS
“Donde ocurre la gracia, la generosidad sucede”
Max Lucado