Nunca te dejaré; jamás te desampararé
Hebreos 13:5
Es de especial gozo saber que aunque cometamos errores y se nos vengan muchos problemas que quizás fácilmente pudiéramos haber obviado, podemos estar seguros que Dios nunca abandonará a sus errantes hijos. Mas bien, cuando ellos demuestran un humilde arrepentimiento y súplica, él está presto a perdonar y liberar.
No nos demos por vencido u olvidemos nuestra fe si por alguna razón nos desviamos del camino que el Señor ha querido que sigamos. Los israelitas no querían seguir al Señor cuando él los llamó a la Tierra Prometida, pero Dios no los abandonó.
Durante los 40 años de su caminar por el desierto, él caminó a su lado pacientemente, mirándolos con compasión, pese a sus desvaríos, esperando poder bendecirles cuando llegara la próxima generación. Así se convirtió en el Salvador de todas sus angustias. Él mismo los salvó; no envió un emisario ni un ángel. En su amor y misericordia los rescató; los levantó y los llevó en sus brazos como en los tiempos de antaño (Isaías 63.9).
Es así con nosotros hoy, en todos nuestros extravíos y despropósitos que tanto dolor nos traen y dónde perdemos tantas bendiciones, el Señor sigue consolando al corazón que se somete al de él: Yo nunca te dejaré; jamás te abandonaré.
MEDITEMOS Y OREMOS
